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en adelante el paso de un alma por varios cuerpos, y esta mudanza debe ser favorita del bello sexô. Vereis como todas se sonrien, y dicen: ¡qué gracioso! ¡qué chusco! unas dándoos con sus abanicos en el hombro otras hablando á otras al oido, con buen agüe ro para vosotros, y todas muy satisfechas de vuestra erudicion, no sin alguna ambicion de mi parte, y arrepentimiento de haberos enseñado en tan corto tiempo lo que me ha costado tantos años de vasta lectura y profunda meditacion.the

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Pasemos á otra materia, pues que-1 dais ya con esta leccion perfectamente caracterizados de filósofos á la violeta. T

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JUEVES.

QUARTA LECCION.

DERECHO NATURAL T DE Las gentes.

La leccion de este dia es muy trivial. No se trata mas que de lo que se debe el hombre á sí mismo y á los demas hombres : lo que un estado tiene que cuidar dentro de sí mismo y respecto de los otros estados. Esto, ya veis, en substancia es una grandísima friolera. Antiguamente no hablaban de esta facultad sino aquellos á quienes competia, como Príncipes, Embaxadores y Generales. ¡Pero tiempos bárbaros serian aquellos en que no hablasę cada uno mas que de lo que le toca! ¡Qué diferentes son los nuestros! En ellos no hay cadete, estudiante de primer año, ni mancebo de mercader que no hable, de Menchaca, Ayala, Grocio, Wol÷ fio, Pufendorf, Vatél, Burlamachy, &c.

Vosotros, viviendo yo, no habeis de ser menos, con que así manos á la obra.

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Direis que nuestro Menchaca en sus Controversias ilustres tocó la materia muy de paso que Ayala solo habló del derecho de la guerra: que Wolfio escribió muy latamente sobre el derecho natural, y que hizo mal en no escribirlo como ensayo, diccionario, ó compendio, ó en siete lecciones como este curso. De Grocio direis

que fué mas moderado, por mas que su Comentador Barbeirak le aumentó con sus ilustraciones, cuya mala obra tambien hizo al Baron de Pufendorf, poniéndole unas notas tan grandes como el pelucon que se ve en el retrato del grave caballero en el frontispicio de su obra. Irritaos mucho contra Vatél, que redu xo esta facultad á un método geométrico, llevando al lector encallejonado desde la primera hasta la última proposicion. Leed los índices de cada uno de estos autores, y aprended algo de cada uno de memoria, segun vuestro humor ó el de vuestros oyentes: no olvidando á mayor abundamiento, el ci

tar el tratado del Embaxador

escrito

por Vilcfort asunto tambien tratado en castellano por Don Antonio de Vera.

Con estos fundamentos empezad á construir el edificio de vuestra erudicion en esta materia. Decid que sin esta facultad las naciones que admiramos por cultas, serian unos ranchos de salvages como los hotentotes, y que su práctica ha hecho comunes los bienes de todos los hombres. No ahondeis cuestion alguna del derecho público, porque son todas peligrosas; y asi dexando el tronco, subios por esas ramas, suscitando cuestiones en que no podais cometer absurdos de larga cola preguntad si el equipage del cocinero de un Embaxador debe ceder el paso al del mayordomo de un enviado 9 y otras semejantes; y dadlas con Pufendorf, y dexad á Wolfio, y tomad á Grocio, y traed á Vatél, y llevad á Burlamachy, y no hará el tal cocinero tal guisado, como vosotros lo hareis. Citad veinte tratados de paz, quarenta congresos, diez suspensiones de armas, treguas ό armisticios (escoged esta voz, que es la menos inteligible). Hablad de las capi

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tulaciones de las plazas, de los rehenes, de los espías, de los vivanderos y carreteros del exército, y de la compañía del Preboste. Echaos á la mar, y hablad de los piratas, corsarios, contrabandistas, guarda-costas, presas en la mar, salida y entrada en los puertos neutrales, quarentena de los navíos procedentes del Levante, pesca del bacalao de los arenques, del coral, comercio activo , pasivo, mútuo, interno, externo, ilícito, asiento de negros, saludo de los navíos entre sí, y á los puertos de mar. Discurrid sobre si los brulotes deben ó no ser permitidos entre las naciones cultas; y teneis tela cortada para cincuenta noches, de invierno, como Dios os depare auditorio competente. Hablad de las islas desiertas y pasos de los estrechos ; tocad ligeramente, y como quien no quiere la cosa; tocad, digo, la etiqueta de la corte de Constantinopla, que trata bien mal á los Embaxadores de grandes Prinçipes, haciéndoles refregar los labios en las alfombras del salon de la audiencia. Ponderad las obligaciones de un Embaxador, de sus secretarios, sus

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